Entonces llegó el bendito viernes. Este día que, aun siendo uno más de la semana, simboliza el acabarla. Habiendo llegado hechos unos despojos después de la masacre semanal, o todavía inmersos en ella, nos permitimos una licencia para ser nosotrxs mismos cuando nos toca librar de los trabajos y obligaciones. Porque es viernes noche, aunque al otro día toque dar el callo, y se sale, sea como sea, a vivir la aventura de la libertad efímera. En lo particular, estuve con altos y bajos emocionales por distintas causas y la invitación directa que recibí para cubrir el bolo de los CATATUMBO con TOXIFUZZ me vino como agua de mayo, ya que hacía unos cuantos (demasiados) días que no lo hacía y me era necesario despejar la cabeza y apaciguar el cold turkey rampante que tenía de mambo.
Sobre las bandas que me tocaba cubrir, debo admitir que no sabía nada ni me puse al tanto sobre ellas, escuchándoles o investigando para redactar la crónica con algún criterio previo. La única referencia que tenía era del tío Román, jefe de DarkEargasm y guitarra de MATOTE, más en concreto de los CATATUMBO, con quienes compartió cartel en noviembre pasado y no pude asistir.
-Nen, la banda es potente. Y el cantante es para flipar. Un ropero de dos metros que no paró de cagarse en todo Kristo… – me dijo entusiasmado después de aquel bolo, lo que despertó mi curiosidad entonces e intriga sobre qué me encontraría.
Pues con solo ese dato me acerqué al FREEDONIA, un local que últimamente está muy de boca en boca reconociéndose como una de las postas imprescindibles en el circuito under de Barcelona. Ingresé justo de tiempo y desorientado: un meeting de electrónica estaba ocurriendo en el primer ambiente y tardé unos minutos en darme cuenta (después de preguntarle al barman) que detrás del DJ que pinchaba estaba la sala reservada para la música en directo, me metí y el panorama era completamente distinto.