Cuatro años después de su último lanzamiento (y 16 desde su último lanzamiento bueno) Green Day vuelven a la carga con un disco directo y potente. Tempos altos, coros festivos y destellos Blues y Surf comandan el álbum más corto de la discografía de los californianos.
Si escuchamos el disco sin ver la portada podríamos pensar que es un disco raro de bandas como The Hives, Jack White o incluso The Black Keys. Y es que aunque los de Billie Joe Amstrong mantienen elementos imprescindibles de su sonido como son los aplausos en el tercer y cuarto tiempo, los “hey-hey” o las voces dobladas, incorporan algunas novedades que aportan una frescura que sus discos venían pidiendo a gritos últimamente. Prueba de ello son sus singles (que a la vez son los cuatro primeros tracks), donde Amstrong nos sorprende cantando en falsete y con un efecto de megáfono constante que desplaza su voz natural a un segundo plano.
Una vez superamos la frontera de los singles y pasamos al material inédito hasta el lanzamiento nos damos de morros con la que quizás es la canción más reconocible de la banda. “I Was a Teenage Teenager” funciona como una cuchillada directa al corazón de aquellos que crecimos con su música. Aunque no es ni mucho menos el mejor corte del disco, a más de uno le tocará la patata encontrarse con este pequeño oasis de melancolía justo en la parte central del disco.
Superado el ecuador del disco nos encontramos luces y sombras. Hay riffs geniales en “Stab You in the Heart”, temas resultones como “Take the Money and Crawl” y un coro en “Sugar Youth” que sería memorable si no tuviera un facilón “I don’t wanna be a Romeo” al lado. El tiempo nos dirá si este ha sido el paso adelante que Green Day necesitaba para reconstruir su sonido, o si solo se quedará en un intento más.