No es usual comenzar una crónica musical de este modo, pero hay ocasiones de vital importancia en las que es significativo reconocer la genuina labor de la programación de conciertos, y como esta ocupación puede llegar a ser una forma de expresión artística, un modo de querer contar algo.
Efectivamente, ese fue el caso del pasado Viernes en la Sala Salamandra en el marco del Let’s Festival, el ciclo de conciertos de L’Hospitalet que nos está dejando una alegría tras otra. En este caso, podríamos afirmar con bastante certeza que la noche partía una lanza en favor de las nuevas perspectivas de género dentro del pop contemporáneo, estableciendo una apuesta hacia el futuro (Egosex) y la confirmación de un clásico (Mena).

A título personal, debo reconocer que a Egosex los descubrí en el pasado Primavera Sound 2019, animado por una multitud de entusiastas recomendaciones de amigos y conocidos que pudieron disfrutar de ellos en el Bala Perduda, certamen que en el que arrasaron. Honestamente, el simple hecho de que exista una banda de estas características agitando a la escena fue suficiente como para estar encandilado todo el tiempo que duró el concierto en el Parc del Fòrum.
Dicho esto, es normal que la excitación por verles en un formato más largo y en sala fuera mayúscula. Y es que su propuesta sobrevivió a la prueba de fuego. Ejecutando con precisión esos prístinos ritmos africanos disco que en ocasiones colindan con el latin jazz, Egosex brillaron presentando el EP «Spirit Disco» (Egosex, 2019).

El magnetismo innato que desprende su solista de origen nigeriano Wekaforé impregnó de una sensualidad mística el ambiente. Una mística bailonga que recoge de los ritmos psicotrópicos de artistas como Sun Ra o Jungle, y que a su vez la eleva a una búsqueda de nuevos tipos de masculinidad propia de los protagonistas de «Paris is Burning». Una espléndida puesta de largo que los reafirma como una de las bandas más interesantes de la escena.

Otra artista que también ejerce de abanderada de una flamante forma de comprender la sexualidad y las perspectivas de género en la música pop era el principal reclamo de la noche, Javiera Mena. Toda una superestrella de estadio en latinoamerica, la música de Mena ha calado ingentemente en la península ibérica en la última década. Sus recientes visitas tanto en sala como en festivales fortalecen esta consigna.

Armada con una puesta en escena basada en el disfraz y el artificio, y acompañada por dos excelentes soportes musicales, Mena ofreció una enérgica actuación que, como ya viene siendo habitual dentro del pop latino, no dejó respiro hasta el final (rara vez se tomaba una pausa entre canciones). La cantautora comprende su idea de actuación como una invitación a la fiesta y una celebración de lo distinto, de lo extraordinariamente anómalo. Mena nos invita al baile, a cantar despreocupadamente a los cuatro vientos.

Todo sea dicho, su repertorio plagado de hits que retumbaron por toda la sala como «Otra Era«, «Espada» o «Espejo» ayuda en gran medida a ello. La cantante chilena también echó mano de repertorios clásicos de otras bandas como su ya clásica reinterpretación de «Mujer contra Mujer«, de Mecano. Una visita remarcable que esperemos que no tarde mucho en repetirse.