La cuarentena ha pillado a Zulabard –alias del barcelonés Ruben Campo– con nuevo disco. El título va como anillo al dedo en los tiempos que corren: The Year of Light (Au! Records). Es su segundo trabajo de estudio. Una reflexión sobre la vida y el amor. Quién sabe si todavía estamos a tiempo de que 2020 sea un año de luz.
Son días complicados para los artistas. ¿Cómo estás viviendo la cuarentena?
He hecho bolos por diferentes canales de Instagram, pero hay bastante debate sobre el tema. Creo que si das muchos conciertos vas “regalando” tu producto. Aun así los músicos tenemos que ser bastante imaginativos. Una posibilidad es grabar conciertos desde casa y a la vez buscar maneras de monetizarlos.
Sacas el disco en pleno confinamiento. ¿De qué manera esto puede afectar a su difusión? Los conciertos suelen ser clave para ello.
En cuanto a girar va a cambiar mucho. Al final la difusión de los proyectos indie como el mío es ir girando y que te conozcan en muchos sitios. Ampliar la base poco a poco y esto, en realidad, nos limita mucho. Es una salida de disco muy extraña.

Entiendo que el disco estaba planeado para que saliese en estas fechas.
El día lo sabíamos desde septiembre. Cuando todo esto pasó decidimos no cambiarlo, porque tampoco sabíamos si duraría mucho. Al final la gente pude seguir consumiendo la música en casa.
El disco se llama The Year of Light y sale en un año oscuro. O con la luz muy apagada, al menos.
El año de la luz hace referencia a un año personal. Puede ser uno u otro según cada persona. El disco habla de la luz como algo que tenemos dentro, de encontrarnos a nosotros mismos o saber lo que nos hace felices. En cuanto a la portada, el disco ya quiere reflejar eso. Es muy oscuro por fuera, pero por dentro tiene mucha luz. Es el elemento más recurrente en las letras del disco.
La primera canción del disco ya es una declaración de intenciones. Se llama “To Be Free”. ¡Quién pudiera ser libre ahora!
¡El disco y la cuarentena se han encontrado de alguna manera! Realmente esto que vivimos se puede extrapolar a muchos temas. Por ejemplo el tema de la vida, a la gente mayor. Teníamos que rodar un videoclip con ancianos, pero no pudimos por la cuarentena. Hubiese sido muy simbólico.
“Júpiter”, por otro lado, explica la incapacidad de adaptarse al mundo.
Esta canción la escribí desde mi habitación, mirando al cielo. Pensé: que fuerte que estemos rodeados de estrellas y tantas cosas que no conocemos. El mundo está girando a toda velocidad y yo no me puedo ni mover. Trata sobre eso, de que es difícil adaptarse a la vida.
¿Por eso podríamos decir que el disco tiene un punto existencial?
Es sobre todo una búsqueda personal mía, sobre el desamor y el amor y de qué es lo que me da luz.
La música del disco también es muy luminosa. A diferencia de tu primer disco, Late to Wait (autoeditado, 2018), que es más folkie.
Podríamos decir que el nuevo es más pop.
El productor ha sido Jordi Casadesús (Núria Graham, La iaia). Has trabajado con él en los dos álbumes tuyos. ¿Qué dimensión le ha dado?
Decidimos que grabaríamos más con analógico. Hay un piano de pared, bajos más profundos. Es un disco qué hicimos los mismos meses que Núria Graham grababa su último disco con Jordi y en el mismo estudio. Incluso algunos sonidos se pueden parecer. Además jugamos también con hacer música con muchos detalles, muy cuidada.
¿El cambio viene por inercia o está buscado?
Es una evolución. El primer disco lo hice yo solo, en casa y directamente lo fui a grabar cuando tocó. Antes de grabar este último ya hice una gira previa con toda mi banda y algunas canciones ya las habíamos tocado en directo.
¿Qué música escuchas estos días en casa?
Me gustan mucho Far Caspian, pero también estoy escuchando mucho a Big Thief, Nick Drake u otros de más modernos como Andy Shauf o Mac Demarco. Si hablamos de gente de aquí, sobre todo Ferran Palau y El Petit de Cal Eril.