Íbamos muy justos de tiempo. Eran las 9 de la noche y faltaban solo 5 minutos para que comenzaran MxPx. Al entrar en Bóveda, la primera impresión fue la de una sala desbordada y eufórica. Hacía un calor tremendo, pero era en ese bullicio donde vimos que el bolo se iba a convertir en un fiestón.
Sin apenas presentación, y con toda la energía que MxPx saben dar al público, empezaba un bolo esperadísimo en la ciudad. Los de Washington llevaban 3 años sin venir, uno menos que los protagonistas de la noche, Zebrahead.
Estábamos preparados para la guerra que nos íbamos a encontrar, y no éramos ni de lejos los únicos. El público se dividía claramente entre adolescentes, o siendo puñeteros, nuevas incorporaciones, y los de nuestra quinta. Y de alguna manera era divertido ver que, aunque la mezcla era heterogénea, la entrega y la ilusión eran la misma. Dos grupos que llevan 20 años en los escenarios, y más con su popularidad, obviamente tenían que repercutir en varias generaciones.
Nostalgia e ilusión estaban repartidas entre el público de la sala Bóveda, que disfrutaba viendo a MxPx ofreciendo su música. Su directo fue una constante de canciones rápidas, en la que el grupo aprovechó para pedir pogos y que la gente bailara sin parar. No faltaron por supuesto las míticas Punk Rawk Show o la versión de Summer of 69 (Bryan Adams), donde el conjunto subió a dos chicos y dos chicas al escenario para bailar y cantar con ellos.
Acabaron igual que comenzaron: a mucha velocidad y con mucha energía. Buen concierto de los americanos, aunque comparado con la que iba a caer en breves, fue solo un aperitivo.
Zebrahead salieron a escena con la sala a reventar. Se les veía encantados con el recibimiento del público y respondieron con un espectáculo a la altura. Unas 20 canciones para llegar a la hora y media de set es algo que no siempre se ve en bandas del estilo. Pero el sold out lo merecía y la noche se convirtió en una fiesta nada más empezar a sonar el primer tema, Hell Yeah, un himno de la adolescencia para la mayoría de los allí presentes.
Quisieron empezar dando un puñetazo en la mesa y vaya si lo consiguieron; la sala entera brincando desde el primer minuto, al son de los rapeos del frontman Ali Tabatabee, la voz que le da ese punto distintivo que tanto enamora de Zebrahead. Pogos ocupando toda la sala, chicas en volandas y hasta algún que otro stage dive protagonizaron el inicio del bolo, en el que los americanos dieron bombo a su nuevo disco y sonaron temas como el primer sencillo del álbum Save Your Breath, la melódica Worse Than This o la macarra Who Brings A Knife To A Gunparty?
Todo fluyó perfectamente, de forma natural, tanto la manera de combinar canciones nuevas con antiguas, como la reacción que tenía el público a cada tema del grupo. Una comunión que permitió vivir una noche fantástica de punk californiano. Y es que el rollo universitario americano se había trasladado a la sala Bóveda; no faltó ni el típico par de amigos bebiéndose una jarra de cerveza de un solo trago encima del escenario. Todo para que el electrizante ambiente festivo-juvenil no se perdiera.
Siguieron brindando temazos mientras avanzaba el bolo. Sirens, Postcard From Hell y Playmate Of The Year cayeron justo antes de que dedicaran I Just Came Here For The Beer a las víctimas de los atentados terroristas en París. Una enorme Rescue Me cerró el concierto previo a los bises. Aún quedaban Falling Apart y Anthem para acabar de poner la guinda en el pastel.
Con el bolo ya terminado, el bajista Ben Osmundson se quedó firmando autógrafos. Solo hacía falta observar la radiante felicidad que emanaba el integrante de la banda para saber lo bien que había ido el concierto. “Os queremos ver más frecuentemente por aquí” le comentamos, a lo que nos respondió que había sido un error dejar pasar tanto tiempo para volver…
Texto: Jordi Sintes / Gonzalo Pliego
Fotos: Jordi Sintes