Bruce Johnston y Mike Love apelan a la nostalgia para encandilar al público barcelonés a base de hits, camisas playeras y tablas de surf
Foto: Jardins de Pedralbes
Pocos grupos en activo pueden pasearse por los escenarios con la medalla de «leyendas vivas». El peso de The Beach Boys en la historia, tanto musical como social, es innegable, y así se presentaron: con un montaje audiovisual con fotos y vídeos de la época, además de cortes de películas y series en las que se les menciona, con el colofón de Paul McCartney hablando con Rick Rubin sobre como los Beach Boys les habían marcado como banda.
Bruce Johnston y Mike Love salieron al escenario con la nostalgia como arma más preciada. Conscientes de sus limitaciones físicas (ambos superan los 80 años de edad), no quisieron forzar la máquina más de la cuenta y eligieron bien sus batallas, potenciando sus puntos fuertes y delegando cuando no dan para más. Como escuderos, contaron con una banda muy versátil, muchísimos instrumentos y gran capacidad para imitar a la perfección sus voces sesenteras cuando sus gargantas no aguantaran.
Históricamente, la virtud de la banda californiana ha sido la gran capacidad de generar hits icónicos de un estilo muy reconocible. Ese hecho ayuda a que, 60 años más tarde, esas canciones sigan siendo relevantes y el público siga pagando por pasar dos horas cerca de los artistas que formaron parte de las bandas sonoras de sus vidas, aunque estos no sean capaces de entonar algunas de las canciones. Sabiendo esto, el setlist no defraudó ni en cantidad ni en calidad. 34 canciones de 14 discos diferentes tocadas sin prácticamente pausas, en las que no faltó ninguna canción de su primero y segundo nivel.

Siguiendo con la nostalgia, el momento central del concierto coincidió con el recuerdo de las carreras de Carl Wilson (exmiembro fundador y primo de Mike Love) y George Harrison (guitarrista de The Beatles), ambos homenajeados con canciones de su creación. A esos homenajes se les sumaron otros covers, como «Rockaway Beach» de The Ramones o «Rock and Roll Music» de Chuck Berry.
El carisma natural de Love contrarrestó a un Johnston más entrañable, con un papel inicialmente testimonial pero que poco a poco fue ganando protagonismo hasta culminar el concierto con un agudo espectacular en «Fun, Fun, Fun», canción con la que terminaron el concierto.