El domingo pasado nos acercamos a Razzmatazz 2 para someternos al tratamiento que aplican los míticos Tankard en sus conciertos. La fórmula es sencilla: alcohol a granel, humor inacabable y su larga discografía resumida en sus mejores y clásicos temas. Cualquier aficionado al grupo tendría su concierto perfecto, pero está claro que a estas alturas el conjunto procedente de Frankfurt goza de un poder de convocatoria limitado. Si a eso se le suman tantos otros conciertos del mismo estilo (sin ir más lejos sus compatriotas Kreator tocaron el pasado mes de febrero), resultó que la entrada para Razz 2 quedó bastante deslucida, teniendo que acotar media sala para que no se viera tan vacía.
Entramos a la sala con la actuación de la banda telonera en marcha. Los españoles Blaze Out estaban interpretando un medley entre Metallica y Iron Maiden. Se pasaron así unos diez minutos, intercalando himnos de cada banda con una duración de no más de 20 segundos por corte. Algo excesivo a mi parecer, ya que dado el poco tiempo de actuación que tenían podrían habernos mostrado más de su catálogo. Y la verdad es que con ello tampoco consiguieron animar a la sala, salvo a varios metalhead situados en la parte delantera que crearon un pequeño y algo ridículo moshpit. Aun así, qué mejor que intentar disfrutar y pasarlo bien con una banda que demostró saber tocar con mucha calidad.
Para cuando Tankard salieron al escenario, la cantidad de gente en la sala no había variado mucho. Ignorando esto, los alemanes no se guardaron nada y arremetieron contra el público a base de Zombie Attack, The Morning After o Fooled By Your Guts. Metido ya de lleno en el bolo, el público celebraba cada nuevo tema de los teutones. Todos los cortes eran temas ya consagrados en su discografía, cosa que, pese a ser una jugada más conservadora, satisfizo a los fans más clásicos, los cuales eran la gran mayoría la noche del domingo pasado.
El frontman, Gerre, fue el alma del espectáculo. Porque Tankard fueron mucho más que un setlist de canciones y gran parte de la clave del buen concierto que dieron lo tuvo su cabeza visible. El cantante, con una barriga de dimensiones estratosféricas, la cual tuvo gran protagonismo en varios momentos de la noche, no paró en todo momento de bailar, moverse e interaccionar con un público que se lo pasaba genial con él. No sé cuantas latas de cerveza se metió entre pecho y espalda, pero nos quedó claro a qué se debía su condición física.
Rectifier, Chemical Invasion, Alien, A Girl Called Cerveza… Históricos temas, entre otros muchos, que nos brindaron Tankard. Y el último, cómo no, acabó de desatar a los asistentes. Sonaba (Empty) Tankard y ellos se despedían tras un buen concierto al que solo le faltó una convocatoria mayor para llegar a ser un éxito.