Fotos por themetalcircus.com.
Una noche de thrash metal de las grandes se vivió la semana pasada en Barcelona. Slayer y Anthrax, dos componentes del Big 4, arremetieron con toda su furia ante una sala Razzmatazz que colgó el cartel de sold out días antes de la celebración del concierto. Era una de las giras más importantes de metal del año y con una respuesta del público tan masiva, las bandas no podían fallar. Y no lo hicieron: tanto Anthrax como Slayer demostraron que están en plena forma, habiendo dejado atrás cada conjunto sus problemas y relanzando su carrera de vuelta a la primera línea del metal mundial.
A Kvelertak no los pudimos ver. Su temprana hora de comienzo (las 18:45h) junto con la dificultad de aparcar en un día lluvioso en las calles de la Ciudad Condal, frustró nuestras esperanzas de ver a la original banda noruega. Y de Anthrax, lamentablemente, llegamos a ver solo la mitad de su bolo. A ellos se le tiene que sumar que nada más entrar nos encontramos con una altísima concentración de gente por entre medio de la cual era realmente complejo circular. Pero tras un par de minutos de escaramuza y con Fight ‘Em Till You Can sonando a todo trapo de banda sonora, nos plantamos en la barra del costado contrario a la entrada (donde la concentración personas/m^2 era considerablemente inferior) birra en mano para disfrutar del concierto.
La siguiente en sonar fue Indians. Uno de los clásicos, sacado del mítico Among The Living, que pocas veces falla en directo. Ya lo escuchamos en el Sonisphere de 2013, en aquella ocasión sonando majestuosamente; en esta fue igual. Joey Belladonna estuvo increíble al micro con su chorro de voz y Scott Ian haciendo lo propio a la guitarra y regalando sonrisas a un público encantado con los thrashers. Tras dicho temazo, dieron paso a un sentido homenaje al malogrado Ronnie James Dio, del que proyectaron un par de retratos en las telas decorativas. Versionaron March Of The S.O.D, de Stormtroopers Of Death y luego dejaron caer In The End, de su último y revitalizante disco Worship Music. Cerraron el concierto atacando con Among The Living, que originó un circle pit en medio de la sala para acabar de despedir a lo grande el bolazo de Anthrax.
Slayer, con solo su presencia, ya llenan cualquier escenario del mundo. Su fiereza al tocar, la agresividad de su estética y las figuras de Tom Araya y Kerry King, que parecen salidos de las catacumbas del mismo infierno imponen tremendamente a alguien, como el que esto escribe, que solo los había visto una vez anteriormente. Por si acaso, llevaban una enorme lona con la representación del Ecce Homo (portada en su nuevo álbum), y un par de cruces invertidas que colgaban desde el techo. Todo fan del conjunto quedó encandilado.
Fueron un auténtico vendaval. 1 h 30 min con apenas parones, tan solo para darnos las gracias en un par de ocasiones y nada más. 19 temas de puro thrash metal que dejaron a la sala exhausta. Era la gira de presentación de Repentless, así que tocaron varios cortes del reciente compacto, pero solo la canción homónima tuvo una respuesta parecida a la que obtuvieron sus clásicos, ya que ni Vices ni Implode lograron mucho más allá de la complicidad del soberano. La gente quería los mejores temas de su discografía y Slayer se los brindaron sin ningún problema; una tremenda Postmortem sonaría en segunda posición para sentar sentar las bases del directo, Disciple sonó acongojante con Tom Araya transmitiéndonos su rabia cegadora, aunque para grito de rabia, el que exclamó antes de empezar War Ensemble; aún nos retumban los oídos. Nos deleitaron con un par de canciones de su primer álbum: Die By The Sword y Black Magic, que nos devolvieron a los inicios más crudos del grupo.
De ahí al final nos reventaron los oídos con trallazos históricos como Hell Awaits, Dead Skin Mask, esta última presentada por Araya como una «love song», y la reciente World Painted Blood. Y para acabar, cómo no, la inconmensurable e inefable tríada; hay que estar allí para vivir lo que suponen South Of Heaven y la maquiavélica aura que induce, Raining Blood y su trepidante “riff”, y Angel Of Death, la canción más macabra que ha dado el thrash. Tremebundo.
Salidos de la olla a presión que fue Razz 1 esa noche, solo nos quedaba asimilar el espectáculo que acababan de dar dos de las mejores bandas de thrash metal del planeta. Esperemos que les dure, al menos hasta el verano que viene, dado que es muy posible que las veamos en algún festival español en julio o agosto.