En esta parte del mundo se toma muy en serio las costumbres y tradiciones, son parte del ADN de la sociedad. Las costumbres vuelven predecibles actitudes, conductas, circunstancias y acciones. En esta parte del mundo tenemos muy arraigada la odiosa costumbre de programar una quedada o un evento en determinado día u hora y que se aplace o se cancele a último momento. Sobre todo en lo que respecta a eventos organizados en el circuito de segunda división o en el under. Se suele postergar las aperturas de puertas y comienzos de bolos por la odiosa costumbre mediterránea de llegar tarde. Pero lo que pasó el último sábado escapó a mi entendimiento: el bolo se adelantó. El flyer era claro: “Apertura de puertas a las 20hs” y como ya nos conocemos bien, decidí llegar a la sala BÓVEDA pasados 15 o 20 minutos de lo estipulado, primero para no estar chupando frío en la calle y segundo para no clavarme en la barra a beber birras esperando a que la peña se digne a llegar y arranque la fecha.
Toda la semana anterior, tanto el míster como yo estuvimos dándole duro al magnífico disco de LANDING ZONE, que debutaban en directo abriendo la fecha y era uno de los motivos por los que quise cubrirla. Para mi sorpresa, llegando a la sala me encontré a uno de los miembros de la banda charlando en la acera en vez de estar dentro, ultimando detalles antes de salir a escena.
-¿Qué haces acá? Tocas en un rato… -pregunté extrañado.
-Que va, tio. Ya tocamos- me respondió con una mueca de decepción y resignación –adelantaron la apertura de puertas y nuestro bolo, casi sin avisar a nadie. Hubo dos gatos locos de público.
Me contó los motivos, y no me agradó lo que escuché. Es un tío que tiene muchos años picando piedra en la escena con distintos proyectos y comprendo su impotencia ante ciertas actitudes de la misma, que a veces pueden ser egoístas y mezquinas. De todas formas me alivia saber que a pesar de todo, las ganas y creatividad le mantienen estoico y evolucionando. Clara evidencia es el disco de LANDING ZONE que se puede escuchar por los canales de siempre y que espero más pronto que tarde presenten debidamente y como se lo merece.
Ingresé a la sala e irremediablemente la barra me llamó, de camino encontré algunas caras conocidas, sobre el escenario se estaba ultimando el set de los CRUZ. Se los venía echando de menos a los CRUZ, con disco nuevo bajo el brazo “Confines de la Locura” de 2022, que viene recibiendo muy buenas críticas y habían presentado oficialmente en diciembre como cabezas de cartel y ahora soportando a VIOLBLAST. Arrancaron absolutamente con todo, con ese Death Metal blackeado del que nos tienen bien acostumbrados, repasando temas de sus dos producciones. Casi sin respiro fueron sucediéndose las canciones (que la asistencia recibió a golpe de puños al aire, headbangin´ y circle pits) que sonaron contundentes y precisas habiendo dos guitarras bien afiladas, una base rítmica hiperactiva y un front man que no paró de arengar a la asistencia y estrujar su garganta.
Previo a la salida de los VIOLBLAST se pudo percibir que algo distinto íbamos a presenciar. Los de Figueres salieron al escenario de riguroso negro a aplastar cabezas. Y así fue. Con cerca de 10 años produciendo y tocando, los VIOLBLAST han hecho patente su experiencia y carisma, en especial la de su bajo y front man. El set list lo arrancaron con “Lazarus abandoned”, tema que da título a su última producción de 2021. La tralla vino en seguidilla y sin respiro, repasando su último disco con temas como “Miserere” y anteriores producciones, como “Trivialization of Murder” de su anterior disco “Theater of Dispair”, con un sonido cercano al del thrash metal a toda máquina que tanto SLAYER o KREATOR supieron hacer evolucionar desde fines de los 80, o de los pioneros del metal extremo DEATH. Hubo mucha interacción con el público, que nos lo hemos pasado en grande con semejante despliegue y profesionalismo.