Entrevistamos a Micah P. Hinson antes de su concierto en La Nau de Barcelona. Dice que está muy dormido, pero que eso puede ser bueno. Su tono es tranquilo y ciertamente optimista.
Tu viaje en la música empieza antes de tus diez años, con un Casio que te enseñaba a tocar canciones de Disney. ¿Cómo fue tu viaje musical desde ese teclado hasta desarrollar un gusto propio a la hora de componer?
Tendría como siete u ocho años cuando me regalaron ese teclado. Tenía lucecitas y te enseñaba a tocar las canciones. Recuerdo tener una sensación extraña de que allí había algo gordo cociéndose. Aprendí cómo se movían los acordes, cómo funcionaban las melodías… pero joder, desde ese maldito teclado hasta «The Baby and the Satellite»… Pues tuve que aprender muchísimas cosas.
Si hablamos del teclado, no tuvo continuidad porque nunca tuve un piano en casa. Mi padre tenía una guitarra acústica y me enseñó a tocar algunos acordes, así que empecé a robar letras de otra gente y trataba de escribir mis propias progresiones de acordes. Ahora, por suerte o por desgracia, puedo escuchar canciones y ver qué acordes y cadencias se usan, pero en aquel entonces la música era algo muy muy complicado. Es interesante ver cómo ese misterio se desvaneció.
He leído que en tu adolescencia escuchabas bandas como The Cure, My Bloody Valentine, Pixies, Ned’s Atomic Dustbin o Skinny Puppy. ¿Cómo haces la transición de todas estas influencias al Country-Folk-Americana que sueles gastar?
Creo que la cuestión es que nunca decidí lo que iba a tocar. No me gusta juntarme con otros músicos y decidir que vamos a tocar un género concreto. No me quiero colgar ninguna medalla porque nunca fui intencional sobre lo que iba a tocar. Solo escribía canciones y lo que me venía, me venía.
¿Nunca?
Cuando era joven toqué en bandas con mi hermano y nos encantaba tocar duro y a todo volumen. Recuerdo que fue en esa época cuando me comentó que quizá me iría bien si montara mi música desde un punto de vista individual, yo solo con una guitarra. Así que esa fue la primera vez que vi que ese podría ser un camino interesante, y es el que he estado andando hasta ahora.
Entonces, ¿tu llegada a este sonido es totalmente aleatoria?
Nunca tuve la intención de tocar Country, y a veces incluso me siento un poco avergonzado cuando lo hago. Estamos tocando algunas canciones como «Please Daddy, Don’t Get Drunk This Christmas» o «Walking on Eggshells» y es parte de lo que hago, pero, sinceramente, cuando me siento allí y estoy tocando la típica guitarra Country es como si hubiera una parte de mí que se estremece. Veo a mi “yo” de 10 años que me mira desde el pasado y niega con la cabeza diciendo “maldito imbécil, estás tocando puto Country”. Este género no es solo musical, también representa la persona que eres, y yo no veo que encaje conmigo. Me hace recordar a gente no muy buena que lleva botas de cowboy, pantalones muy ajustados que se ríe de ti por ser skater, o un rarito, o cualquier cosa que se pudieran creer sobre ti. Tuve que lidiar con algunos traumas relacionados con la “gente Country” para intentar llegar al punto de poder tocarlo sin más.
Entonces llegas a tu primera grabación en solitario: «The Baby and the Satellite».
Bueno, no es exactamente la primera. Grabé muchísimos temas, pero creo que esa fue la primera vez que hice una grabación en la que vi cierto valor.
¿Tienes algún apego especial a alguna canción de ese disco o de algún otro?
Amo todas mis canciones y guardo cada una de ellas en un lugar especial en mi corazón porque todas explican una parte de mi historia.
¿Y consideras que tu estilo como compositor ha evolucionado desde entonces?
No me parece que eso haya pasado. Desde siempre compongo intentando encontrar melodías y acordes que considere bonitos y cómodos para mi oído. Si te fijas en “I Lie To You” puedes ver un cambio, pero es más en el punto perceptivo desde el que escribo las canciones, a ver si la gente deja de hablar toda esa mierda sobre las drogas, las mujeres y la vida en la calle, ya que son temas que ahora mismo no me importan en absoluto. Que constantemente se hable de mi pasado hace que todo lo que haga se analice desde esa perspectiva y a veces siento como que estoy arrinconado y se me prohíbe avanzar. Eso no me ayuda ni a mí ni a los que me rodean, así que juré que haría todo lo posible por no dar más cuerda a ese discurso.
¿Todavía sigue pesando esa época de tu vida a día de hoy?
Claro que sí, aunque cada vez menos. En este sentido, “Holy Strangers” y “The Musicians of the Apocalypse” fueron experiencias un poco decepcionantes, porque me sentía muy incómodo con quien era (o debía ser de cara a la galería) y lo que escribía. Llevo veinte años escribiendo canciones, siendo revisado, criticado y entrevistado. Esto puede crear un monstruo enorme sin que te des cuenta, y en mi caso tuve que ser ese hombre de mala vida del que querían hablar.
Entonces, ¿si pudieras volver al pasado cambiarías algo de tus primeros discos?
Durante el tiempo de “The Opera Circuit” yo estaba en un sello que quiso que hiciera un disco con el tipo que grabó el primero de Sigur Ros en Islandia, pero yo no estaba interesado en absoluto. Entonces, vino un sello importantísimo y simplemente me dijo: “ve al estudio y a ver qué pasa”, pero para mí el disco estaba terminadísimo. Pasé de eso y terminé con Eric Bachman de Archers of Loaf escribiendo las cuerdas para el disco y lo dejamos sonando con su sonido original, de baja calidad. Quizá hubiera sido una buena idea cambiar de método de cara al segundo disco, pero esta manera de grabar acabó siendo la senda por la que he andado durante todo este tiempo: grabando en casa, buscando los músicos yo mismo y todo eso.
Pero mi respuesta es un no rotundo. Ha pasado como ha pasado, ha sonado como ha sonado y consideraría absurdo ponerme a hacer retoques a cosas. No puedo volver al pasado y retomar decisiones.
Pero ¿si pudieras?
No, no, no. Ni de broma, no quiero volver allí, estoy muy bien en el presente. Tío, ahora me gusta mirar hacia adelante, pero sigue encantándome escuchar mis discos viejos. Por ejemplo, en el momento de “The Opera Circuit”, vivía solo por primera vez, en una pequeña casa de mierda que tenía como una colmena en la pared. Ahora, cuando escucho los discos, escucho el sonido de mi existencia en ese momento, es el sonido de la casa. Por ejemplo, en “I’m Digging a Grave”, suena como un bombo, pero solo soy yo pateando el suelo y algunas botellas de cerveza sonando entre sí. Ese es el sonido de mi jodida vida en ese momento y eso es muy especial, hombre. Me sirve como una buena máquina del tiempo.
Hablando de la máquina del tiempo, varias veces he leído que publicas una canción, pero comentas que la escribiste hace tiempo.
Supongo que podemos empezar desde el final. ¿Cuándo siento que empieza una canción? Es algo extraño, casual. Por ejemplo, en el último disco hay una canción llamada “Does It Matter Now?”, que intenté poner en otros dos álbumes. Se suponía que estaría en “Holy Strangers”, pero al sello en que estaba en ese momento no le gustaba cómo cantaba, así que me pidieron que la eliminara de la grabación.
¿Y qué pasa durante todos estos años, desde que la tienes lista preliminarmente hasta que la acabas publicando?
Simplemente se queda allí y no hace nada, como “Find Your Way Out”. Esa canción es de mi adolescencia. Tengo una maqueta de los noventa que es exactamente la misma canción que escuchas en el disco. Nunca he tenido la capacidad de volver a mi trabajo aparcado y desarrollarlo y hacerlo más grande. Esa capacidad de lo que supongo que es escribir canciones, me ha llegado en los últimos dos años.
Entonces, ¿por qué esperar?
Puede parecer raro el hecho de estar aquí y pensar: “vale, esa canción que escribí hace casi 30 años está lista”, pero ¿no es mágico trabajar de esta manera?
A veces oigo grupos que deciden que van a grabar un disco, graban 30 demos y se quedan con los 10 mejores temas. A mí eso no me encaja. A decir verdad, “The Gospel of Progress” es como un recopilatorio de grandes éxitos de mi etapa adolescente, pero es el único disco en el que he sido selectivo y he elegido entre mil composiciones hechas para un álbum en concreto.
Vi una entrevista por YouTube de hace cinco años en que mencionabas que tu música no te parecía que tuviera un sentido relevante.
Tío, no me sorprende en absoluto que dijera eso, solo que no sé exactamente a cuento de qué venía.
Quería preguntarte cómo relacionas esta afirmación con tu respuesta a la pregunta sobre tus ataduras emocionales a tus composiciones. ¿Por qué no deberían ser emocionalmente relevantes?
Tío, hace cinco años estaba en las profundidades de una drogadicción recetada por un médico, así que puedo imaginarme qué estaría pasando por mi cabeza en ese momento. Estaba en un momento diferente de mi vida soltando mierda por la boca, aunque… ahora que lo pienso… ¡Quizá di en el clavo y dije algo que tiene muchísimo sentido!
Porque escribir canciones es significativo en el sentido de que las personas pueden expresar sus emociones o simplemente describir sus vidas y compartirlas con las personas. Pero quiero pensar que lo que quise decir es que mi música no es significativa en el sentido de que, al final, una canción no hace nada. Es la gente que escucha esas canciones, y lo que sea que les hace sentir, lo que les inspira a hacer lo que sea. Porque una canción no va a salvar el mundo, ¿sabes? Una canción no va a curar enfermedades. Son las personas las que hacen esas cosas y si las personas se sienten de cierta manera, entonces supongo que podemos lograr esas cosas. Creo que esa sería la parte significativa de las canciones. Mi papel en el mundo solo consiste en estar parado ahí tocando canciones, pero sé que algunas de mis canciones conmueven al público. Tal vez hace cinco años quería sonar como si fuera un puto filósofo, pero creo que no iba desencaminado.
Desde tu perspectiva y experiencia personal, ¿qué significaría tener éxito?
Pues creo que me falta poco. El éxito para mí es hacer algo que me encanta hacer, como la música, y que eso me permita esquivar la trampa capitalista. Poder pagar el alquiler, mis facturas y pagarme una copa y un paquete de cigarros sin tener que preocuparme. Ahora mismo no estoy en ese punto, aunque he tenido momentos en la vida en los que sí y sienta increíble. Quiero más de lo que recibo, pero no creo que necesite más de lo que estoy recibiendo.
Hace unos días, tuve una pregunta similar en la que un gilipollas me preguntó “¿cómo convives con la realidad de no haberlo logrado?”. Menuda mierda de pregunta, me ofendió muchísimo porque asumió que todos los artistas tenemos un solo camino al éxito y yo no había llegado. Tener un diamante enorme de Spotify, tener una casa muy grande, popularidad… no lo rechazaría y podría entretenerme con todo esto, pero no son razones para escribir canciones o un propósito de vida.
¿… y no tener que preocuparte?
Eso es ir demasiado lejos. Éxito es simplemente estar bien.
¿Qué parte de tu trabajo como músico disfrutas más?
Yo creo que es un poco todo. Si compongo hay música, pero no hay la humanidad de las actuaciones. Si actúo puedo jugar con cosas como el tono o el tempo, pero simplemente estoy tocando algo que ya había sido creado. Si solo escribo las letras… simplemente no sé qué estoy haciendo. Hay una parte muy buena en cada cosa. Luego está la magia de cada directo, en que yo intento hacer que las cosas me suenen bien, pero el público tiene la expectativa de escuchar algo similar al disco, que es lo que les resulta cómodo y familiar. Ese peso es el que cargo cada noche, y es lo que hace que todo tenga sentido.
Para terminar, quería preguntar sobre tu vida espiritual. A menudo haces referencias a temas espirituales como el incidente de Santiago, tocas con 24 músicos como en el apocalipsis, o el hecho de que tu hijo no se cortara nunca el pelo.
¡Oh, ese chiquillo! Tenía el pelo precioso, pero sus amigos se reían de él por tener el pelo largo y se lo cortó una vez, aunque ahora vuelve a dejárselo largo. Perdona, que te he cortado. Decías sobre la espiritualidad…
Sí, quería preguntarte sobre tu relación con Dios y con los cristianos.
Wow tío, estás metiendo la mano en un saco lleno de gusanos.
Te la puedes saltar si lo prefieres
No, no, para nada. Es un tema muy importante del que sé la respuesta, pero no sé cómo sacarla.
Mis padres me criaron con mucho amor, no abusaron de mí en absoluto ni me pegaron, son muy buena gente. Ya desde muy pequeño me enseñaron a través del cristianismo que había un libro que decía lo que era pecado, así que aprendí muy temprano el concepto de la vergüenza. Con la vergüenza viene la culpabilidad, con la culpabilidad vienen las mentiras, con las mentiras vienen los secretos, y con los secretos empiezas a crear ese mundo en el que nadie te conoce.
¿Y te enseñaron el perdón y la gracia?
Nah, para nada. Quizás no sea un buen momento de mi vida para hablar de cosas espirituales porque todas esas vergüenzas, culpabilidades y la vida secreta me siguieron durante demasiado tiempo.
Mi experiencia con todas esas personas que reciben el amor de Dios y deben reflejarlo al mundo con amor, bondad y comprensión es que son todos unos hipócritas. Encuentro que a algunas de estas personas les resulta casi imposible ser el tipo de persona que están llamados a ser por el Dios al que siguen. Me siento engañado por Dios, me siento engañado por mucha gente que cree en Dios.
En todas estas personas hay una base con cosas realmente hermosas como el concepto de amor incondicional, bondad y la libertad que se supone que proviene de ese tipo de amor. Sé que todo eso está allí, pero a la práctica solo veo una jodida cortina de humo.
Ahora mismo creo más en el espíritu de los humanos que en un espíritu de Dios. Hay gente que no tiene a Cristo por encima de su cabeza, que son de las mejores personas que he conocido en mi vida. Pero las personas que sostienen a Cristo sobre su cabeza y sostienen la jodida cruz simplemente dejan destrucción y ruina en su camino.
Parece que es algo que te sigue tocando de cerca
Son días oscuros, tío. Todo esto está muy relacionado con la lucha política de mi país. Ha habido conflictos políticos desde siempre, pero específicamente en los últimos 10 años se ha polarizado muchísimo y los creyentes han jugado un papel fundamental.
Si su versión de Dios es real, creo que todos estamos jodidamente condenados. Si de verdad hay un Dios, espero que esa entidad ponga algo dentro de mí que pueda probar la moral, pueda entender la ética y que pueda encontrar paz, amor y compasión. Suena jodidamente mal, pero a veces creo que se puede confiar más en el espíritu de los humanos de lo que se puede confiar en esta cosa que se supone que existe más allá de un libro.