El pasado 26 de mayo el músico gallego volvió a la ciudad condal con su Casa. Iván Ferreiro es un crack, lo sabemos, y lo demostró de nuevo en un concierto en el que entregó hasta el último mueble de su casa.
En la sala Razzmatazz diferenciabamos dos tipos de público muy concretos, los seguidores de toda la vida de Iván, colocados con porte sólido y cerveza en mano, y los nuevos teens locos por cantar a viva voz esas canciones que se han aprendido de cabo a rabo. Esta amalgama fue la que disfrutó de un poderoso y enérgico concierto enmarcado dentro del Room Festival, que satisfizo a cualquiera que estuvo allí.
El concierto amaneció tranquilo con canciones como Me toca tirar, Inerte o El Bosón de Higgs, que entrelazaban distintas épocas de la trayectoria del cantante. A las 22:00h, Iván Ferreiro se unió al homenaje a las víctimas del atentado de Manchester que se celebró en varias salas de Europa a la vez. Iván pidió un minuto de silencio y un minuto de ruido, y explicaba que hay que luchar contra aquellos que no quieren el ocio del pueblo.
Iván es consciente de sus hits y los jugó de manera estratégica, no olvidó ninguno de ellos. Sonaron El equilibrio es imposible, El viaje de Chihiro y Extrema Pobreza en la primera parte de la actuación, guardandose muchos otros para el final. El cantante se movía con su asincronicidad rítmica a la que estamos acostumbrados y hacía posturas imposibles que emitían al público sensación de éxtasis.
El artista, con camiseta de Mi Capitán, banda a la que pertenece Ricky Falkner, bajista que lo acompañó esa noche junto con Amaro Ferreiro, Pablo Novoa y Emilio Saiz. Con N.Y.C, y Pensamiento circular llegó el primer bis. A partir de ahí todo hits y intensidad: Años 80, Farsante, SPNB, El dormilón y una mezcla de Diecinueve y Turnedo.
Iván Ferreiro disfruta en los conciertos y eso se transmite claramente al público, que disfruta igual o más que él. Cuando alguien hace aquello que le gusta con una intensidad igual que la de Iván, no se le puede decir nada malo. Hasta la próxima.