Los privilegiados que hayan podido disfrutar del show de Jon Gooch aka Feed Me en directo sabrán de lo que les hablo si nombramos el término de Teeth. Malditas Teeth… Maldita sonrisa diabólica. Malditas luces interestelares. Malditos bocados maléficos. Malditos láseres que agujerean superficies inquebrantables; también nuestros tímpanos pero eso viene luego, claro. La potencia, la voluptuosidad, la puesta en escena y quizá la esencia más pura y genuina del monstruito verde, travieso, divertido… perdía demasiado sin su vestido de gala. Las sonrisas dibujadas cuando se anunciaban actuaciones del dj de Hertfordshire se diluían por momentos cuando divisábamos esos vocablos malditos. DJ SET. Pocas veces un directo había fulminado de tal manera una sesión de club. Y así fue como en los últimos tiempos disfrutábamos a medias del virtuosismo del genio del electro más plural y ultrasónico del mundo de la electrónica.
El pasado jueves en The Bus Music Club, cambiaron las tornas y el productor británico se sumergió en un mar de beats atronadores ante el repentino asombro del jocoso público que con su ahínco devolvía las fiestas del jueves a su esencia más rugiente. Esmero, saltos y gestos que indicaban que algo estaba cambiando en el sino de aquellas mentes prejuiciosas que veían imposible igualar un espectáculo tan elefantiásico com es el de las Teeth de Feed Me. Encontrar la llave no fue difícil. ¿La medicina? Que Jon disfrutara pinchando, y es ahí donde se desmelenó (hasta estrenó implantes capilares) repasando un 80% material propio con una soltura y una confianza intachables. Sonaron To The Stars, Blood Red o Love is All I Got pero también lo hicieron perlas que permanecieron demasiado tiempo enterradas en el olvido como Orion, Lonely Mountain o No Grip del buen disco Calamari Tuesday, o el repaso de su último EP Psychedelic Journey pinchando temas como Patience o la celebradísima y totalmente inesperada Alarm Clock.
Feed Me salió, jugó y se divirtió. Esbozó muecas de complicidad con el público, saltó, zarandeó y por fin se liberó de la losa que ha supuesto hilvanar sesiones en club sin tener que desplegar sus mastodónticas estructuras. El gentío se lo agradeció a la par que se despojó de cualquier prejuicio posible. Al fin y al cabo solo son dientes. Pero qué dientes…