Dejemos la música de lado por un momento. Apartemos esa consabida efectividad balsámica que no tiene ningún otro fármaco contra tantos males. Hablemos de ciencia y de salud. Hablemos de prevención y de esa palabra que se ha insertado de manera tan vehemente en nuestro vocabulario diario: Cribaje. Un término que suena peyorativo pero que ha sido clave en la vela y mantenimiento de la seguridad y salubridad en el recinto del Festival Cruïlla Barcelona 2021.
Hasta 50.000 personas pasaron por la nueva edición de un festival entregado por completo a la ciencia. Ellos fueron ciencia y se apoyaron en una comunidad que las ha visto de todos los colores para permitir que la cultura no pare ni se rinda ante una pandemia que sigue dando coletazos tras año y medio de tormento. Cruïlla ha sido ejemplar, transparente, riguroso y efectivo y ha logrado una cosa muy importante más allá de crear entornos seguros, sinó que además ha hecho que la gente se sienta segura y protegida en los días de festival a orillas del Fórum.
El director del festival Cruïlla, se permitía bromear con la ventilación del evento, a orillas de un Fórum que cerró una atípica edición de música, comedia y gastronomía kilómetro con ráfagas de viento que fueron de más a menos durante el día. «Nos ofrecemos a la Administración para cribar a la población» sentenciaba, mientras daba los datos de positivos de los tres días, unos 250 de 50.000 tests realizados de manera efectiva, ordenada y eficiente en los hangares dispuestos en el CCIB. Herreruela hablaba de lágrimas a flor de piel, de abrazos y del colosal esfuerzo de todo un equipo que ha vivido en sus propias carnes como nos está azotando la quinta ola (y su variante Delta). Una demostración de integridad y confianza en la ciencia, sí, pero tambien convicción clara que la cultura y los espectáculos no son causantes ni multiplicadores de casos positivos.
El titánico esfuerzo de todo el personal adscrito al Cruïlla, numeroso y atento en clave seguridad y vehemente a la hora de hacer subir la mascarilla por encima de la nariz, es encomiable. La responsabilidad individual y colectiva es rotundamente difícil de controlar, pero gracias a una mezcla entre pedagogía y control en pos de la protección del público, se generó esa sensación de espacio seguro y, lo más importante, se evitaron brotes, contagios entre terceros y se frenó la propagación del virus. Una clara demostración que el cribaje funciona y es mucho más efectivo que el confinamiento, anunciaba un Herreruela ducho y hábil en la respuesta, durante la rueda de prensa de clausura de la edición más especial del certamen que dirige.
Hemos hablado de ciencia, de números, de cribajes… ¿Hablamos un poco de música?
VIERNES:
¿Cuanto echamos de menos un pogo? Quizá no fue lo mismo que antaño, claro, pero los madirleños Carolina Durante nos trasladaron a ese recuerdo que parecía ajeno a nuestra memoria. Conducidos por un estelar Diego Ibañez, recreamos esos rings en el que los empujones afables y los derrames accidentales de cerveza se apoderaban de nuestros días prepandemia. Una mezcla certera de rock, actitud punk y pinceladas pop que en conjunto sonó de maravilla y arrancó los primeros cacareos de la tarde en un Fórum entregado y profundamente emocionado.

No es por contradecir a los grandes Amaral, pero en su concierto quedó demostrado que sí que quedan días de verano y en una especie de rito chamánico de luces, coros multitudinarios y baile generalizado, dejaron uno de los mejores conciertos de esta edición. Eva y Juan hicieron gala de su experiencia y dejaron claro que les queda cuerda para rato. Algo que quedó claro a merced de un repaso exhaustivo de su discografía, sin dejar de lado ninguno de los hits que los han convertido en una de las bandas pop-rock más famosas y prolíficas del panorama nacional.

Otros que parecen desayunar jugo alcalino cada mañana, son los catalanes Sopa de Cabra. Con Gerard Quintana comandando la nave con ese don de gentes tan particular que tiene, repasaron sus mejores épocas con un repertorio en el que no faltaron los coros y los abrazos ‘vora el mar’.

Empezaron las solapaciones y tocaba ver ratitos de cada uno de los conciertos que se presentaban por delante, cada cual más sugerente. Los grandes vencedores en esa disyuntiva fueron La Casa Azul, quizá por ofrecer la fórmula más festiva y bailable que tan hondo a calado en generaciones tan distintas. Guille Milkyway y su banda volvieron a sacudirnos con sus punzantes letras y una sobredosis de pop cósmico que nos hizo saltar, cantar y bailar como nunca.

Aunque nada desdeñable fue uno de los pocos conciertos de una banda internacional en estos tiempos de pandemia, el de los norirlandeses Two Door Cinema Club, un auténtico acontecimiento de la penúltima oleada indie que aún congrega a miles de personas en sus conciertos pese al auge del urban. Un concierto que costó un dineral por los costes de producción generados a tenor de las cuarentenas obligatorias cuando viajas en según qué países europeos. Valió la pena.

El telón se iba cerrando con los ritmos eléctricos y bailables de Novedades Carminha, una propuesta que sigue engrosando su cartera de fans con una propuesta garagera, canalla y sexy («como ellos suelen decir») una apuesta segura como lo es también la de los valencianos Zoo, que volvieron a pisar un festival para presentar ‘Llepolies‘, su último trabajo, tras el positivo de alguno de sus miembros del equipo justo antes de actuar en el Canet Rock, habiendo de cancelar su participación en el festival del Maresme y -seguramente- empujando a sus sempiternos seguidores a comprarse una entrada para verlos en el Cruïlla.

El sábado amanecimos con esa sensación de ser parte de algo histórico. Lejos quedaba el miedo y la incertidumbre y uno se sentía orgulloso de estar contribuyendo a la salvación de la cultura gracias al experimento del Festival Cruïlla. Ahora bien, no éramos ajenos a la realidad, y las cifras no eran buenas. La peor ola de contagios azotaba Cataluña y quién más lo sufría era la gente joven. Aún así, nos quisimos amarrar a la fiabilidad de la ciencia para seguir con nuestro periplo por el Fórum mientras se nos informaba de la cancelación del concierto de Xoel López por motivos de salud, una noticia que cayó como jarro de agua fría en el público, que ya vio como el cantautor gallego estaba sustituyendo al artista internacional Tom Walker, baja de última hora por motivos ajenos a la organización.

La tarde empezaba tranquila pese al alboroto horario y el viento y la brisa marina sustituyeron al bochorno vivido el viernes. Hacía más fresco y entramos en calor a golpe de música festiva de la mano de un Joan Garriga i el Mariatxi Galàctic que convirtieron el amfiteatro del Fórum en una auténtica verbena de tarde. Algo más sosegada pero no menos interesante, la propuesta de Iseo & Dodosound, que fusiona soul, pop y reggae con el dub, un género festivo dotado de beats electrónicos que gracias a los ecos infinitos y a la amalgama sonora entre saxos y trompetas, sublima su presentación en un directo bailable y dotado de ‘buena vibra’ caribeña.


Caía la noche y llegaban una de las primeras espadas del rock nacional. Nada más y nada menos que Leiva, quizá el mejor artista del país en clave rockera y seguramente el que goza de mejor versión en directo. El ‘otro’ madrileño sacó a relucir un directo digno de sus mejores giras, con un colosal despliegue de músicos que aupó aún más si cabe un concierto para el recuerdo. Coros, abrazos y emoción a flor de piel de la mano de clásicos como ‘Lobos’, ‘La llamada’ o ‘Sincericidio‘ y guiños a su etapa anterior (Pereza) que le encumbró junto al recordado Rubén Pozo, con un cierre muy sentido tocando ‘Estrella Polar‘ y ‘Lady Madrid‘. Un triunfo mayúsculo.

La disyuntiva nos ponía por delante dos conciertos sugerentes. Por un lado los sonidos electrónicos fusionados con ritmos flamencos y mestizos de la mano de Fuel Fandango, y por el otro, el pop rock efectivo de Izal. Nos decantamos por la propuesta de Nita y su banda por ser más cara de ver y por la unicidad del directo. No nos equivocamos, puesto que desde el primer al último minuto disfrutamos de esa fusión original y rompedora que nos dobló el alma y nos abrasó las zapatillas mientras bailábamos todos y cada uno de sus temas.

Pudimos ver los últimos coletazos del directo de Izal, puesto que el show duraba dos horas y nos dimos cuenta del mastodóntico set up que tenían entre manos, con proyecciones que les permitieron traer a su directo aunque fuese mediante pantalla, a Bunbury, Zahara o Sidonie. Dos horas que dieron mucho de sí, en las que se recordaron y honraron las labores de los sanitarios durante la pandemia y en las que se aprovechó para hacer un llamamiento al amor.

La madrugaba acechaba y otro grande del panorama nacional sacó pecho y cabeza en el escenario ‘Cruïlla Enamora‘ para hacer precisamente eso: Enamorarnos a golpe de indie patrio y singular. León Benavente y su banda dieron una demostración de savoir faire sobre el escenario repasando su mejor repertorio con temas insignia de la talla de ‘Como la piedra que flota‘ con Maria Arnal o el sempiterno hit que suena aún mejor en directo ‘Ser Brigada‘.

La noche terminaba pero aún quedaban por delante los conciertos de Dorian y Morcheeba. Cada cual más sugerente. El cierre de los de Barcelona a golpe de pop electrónico fue una auténtica maravilla. Fue quizá uno de los momentos en los que imaginamos no haber vivido nada de lo que hemos vivido este año y medio largo de pandemia. Por un momento, Marc, Belly y la banda nos dieron un bálsamo que paraba al tiempo a la vez que nos curaba de todos los males. Volvimos al pasado, pero era presente. No sabemnos que nos deparará el futuro, ni tenemos certeza ninguna sobre la extinción definitiva de esta pesadilla llamada Covid. Lo que sí sabemos es que la cultura puede ser segura y es encomiable el trabajo y el esfuerzo hecho por parte del Festival Cruïlla. ¡Felicidades!