“No, zero entrades a la porta. Esta tot completissím”. (No, cero entradas en puerta. Está todo completísimo). Con este mensaje que me puso el promotor de la banda al preguntarle si habría entradas en puerta, me di realmente cuenta de la trascendencia y el volumen real de lo que se nos venía encima. El bolo de Yawners estaba marcado en tinta roja en nuestras agendas. De eso nadie tiene duda. Pero de ahí a la erupción que nos sobrevino hay un rato. Sea como fuere, el hecho que no quedase ni una sola entrada en taquilla nos auguraba una velada entre sudorosa e histórica.
La sensación al meter un pie en la sala era una mezcla entre maldición -por traer ropa de abrigo- y expectación ante un concierto que se antojaba especial por el dulce momento que vive la banda madrileña. Liderados por Elena Nieto, el faro de la banda, y por nuevas caras como las de Teresa Iñesta (Repion), implacable en la batería y un concentradísimo y certero Tomás Rey (Ordesa) en el bajo, Yawners nos presentaban su álbum llamado “Just Calm Down” ,un título que no comulgaba mucho con la que se iba a montar en Sidecar esa noche.
Para ir abriendo boca y meterse de lleno en escena. La banda popera de moda Pantocrator tomó las riendas de un warm-up convertido en verbena. Recién llegadas de Málaga, el cansancio no les pudo para hilar un directo vigoroso en el que aprovecharon para presentar su nuevo EP «La Masacre De Putis«. Precursoras del «Sonido Carmel» yuxtapusieron con esmero esos temas que parecen matemáticamente pensados para triunfar como el hitazo “No te puto pilles”, que a día de hoy es carne de victoria y que pese a llevar «cuatro días en la calle» todo el mundo se lo sabía de memoria.

Foto: Martí Bech
Tras la bomba de napalm que nos arrojaron las Pantocrator, llegó el momento de rendir pleitesía a una de las bandas más efervescentes del momento. Recién llegadxs de Madrid tras un sold out de bandera en la Sol, Elena, Tomás y Teresa se tomaron su tiempo para montar la distribución del escenario. Meados y bebidos (que no ebrios) tomamos sitio mientras Elena se mostraba tranquilísima moviendo instrumentos y probando sus walkies. Esa tranquilidad nos apaciguó los ánimos y lo cierto es que fue un estado de ánimo tan candente como engañoso a lo largo de un bolo serio pero movido.
Vivimos momentos de aparente solemnidad por la pose y paz que transmite Elena. De hecho me voy a recrear un poco con eso. Tengamos en cuenta que se trata de una banda que navega entre el pop y el punk y que muchos de sus temas llevan intrínseco el calor y la energía. Elena Nieto proseguía con los temas de Just Calm Down precisamente calmada, erguida pero no rígida, sino más bien relajada, algo tímida pero para nada nerviosa. Su manera de vestir, la geometría de su pelo enlazado a la perfección con esa gorra que reza un «California» quizá en homenaje a ese sonido punk angelino que siempre sonó mejor encima de un skate, dibujaban una constelación perfecta sobre la que nos lanzaban bombas de racimo hechas canciones.

Foto: Martí Bech
El público surfeaba, se hostiaba de manera afable y se lanzaba cerveza caliente mientras Nieto miraba al infinito. Teresa le pegaba unas leches tremendas a la batería mientras Tomás cerraba los ojos en un trance que duró una hora y pico y que nos hipnotizó a todos. Yawners vinieron, vieron y vencieron con ese sonido a caballo entre Avril Lavigne, +44. Los Punsetes o unas Pignoise bien. Da lo mismo, Yawners son un mundo aparte y pese a beber de muchas cosas, destilan un directo muy pulido y limpio, sin fisuras y jodidamente bueno. Y mientras cantábamos La Escalera desoímos ese Just Calm Down que reza su último trabajo para pedirles que Please, Please, Please, no se fueran nunca.
