Todos tuvimos nuestros hobbies de jóvenes. Aficiones copiadas de los compañeros de clase, de los mayores o de la tele. Unas de puras y sentidas, otras tantas efímeras y forzadas. Admito que soy una persona que en su infancia tuvo un poco de todo. Y, como todo infante que pudo, se gastó sus primeras semanadas en juegos como el Tony Hawk poco antes de los 2000. Reconozco que me engancharon mucho, y no solo por las entretenidas partidas y retos en búsqueda de las letras o las videotapes, sino por su música. Ahí tuve mis primeros coqueteos con el punk y el rap, algo que le agradeceré de por vida a la saga del mejor skater de todos los tiempos.
Entre Tony Hawk y la MTV me introduje en un imaginario formado por monopatines, tortas y, sobre todo buen punk, buen metal y buen rap. Creo que sin esos dos prescriptores emocionales, no hubiese pisado Razzmatazz para ver de nuevo a Papa Roach, una de las mejores bandas de punk coetánea con estos referentes. Y como si de una máquina del tiempo se tratase, viajamos al pasado para repasar la fornida discografía de la banda californiana. Una formación que supo maridar sonidos que podrían parecer antagónicos pero que llevan décadas de la mano de manera más que solvente. Rock duro y pesado, cadencias rápidas y lírica versada con mucha potencia y emotividad.

Antes del desembarco de Papa Roach, acudimos a un ostentoso y potente directo muy esperado en nuestros lares. Hollywood Undead, la banda de recorrido, también californiana, pero más sureña, de Los Ángeles concretamente, tocaba por primera vez en Barcelona, y la ocasión merecía una gran fiesta. Logística y producción despampanante y un sinfín de guiños con el público. Pirotecnia, luces, tarimas y un afortunado chico del público que subieron para tocar con ellos un par de acordes. Hasta cinco miembros participando en vocales, con pistas pregrabadas y guitarras y percusión de peso, los angelinos trazaron un directo con tintes muy propios de una fiesta americana para adolescentes, con su ponche, sus vasos de plástico rojos por fuera y blancos por dentro y sus carreras al salir de clase
Un entrante jovial y enérgico que precedió a la llegada del plato fuerte de la velada. Con muchísimo menos vistosidad en el escenario, con menos luces, pero más enfocadas a los integrantes de la banda, y con la mítica cucaracha tiesa en el fondo, Papa Roach cogieron un testigo que ya no soltarían en hora y media en la que repasaron de manera transversal lo mejor de su discografía. Una escenografía sobria que chocó de lleno con su cabalgante arranque.

Liderados de manera incontestable por el eterno Jacoby Shaddix (más en forma de lo que parece) no se notó en demasía la sensible baja de su guitarra Jerry Horton, lastimado e intervenido en dos dedos de su mano derecha, que fue suplido con maestría por el polivalente Anthony Esperance, el comodín de la banda, con galones en sus espaldas y preparado para encarar la gira con firmeza y sin temor.

Papa Roach por Jordi Sintes
Un arranque certero y contundente con “Dead Cell” y uno de sus temas más míticos y conocidos “Blood Brothers”, elevado a los altares por ser parte de la histórica banda sonora de Tony Hawk’s Pro Skater 2. A partir de ahí todo fue bajada. No hubo tregua y casi no hubo momentos para descansar y tomar aire. A lo sumo, se podría contabilizar el momento en el que Jacoby felicitó el cumple a un par de personas de público. Un parón que fue un espejismo dada la energía sin fin que brotaba de los miembros de una banda que volvió tras su paso por Barcelona en 2017. Desde esa fecha hasta ahora, sacaron el álbum «Who Do You Trust?» del que repasaron varios temas, como su pieza homónima, en la que Jacoby jugó con el autotune y la noticia es que no sonó nada mal en directo.
Jacoby estuvo memorable y sacó a relucir su falsete que combinaba con sus clásicas desgañitadas, demostrando su facilidad para cambiar de registro de un momento a otro. Momentos mágicos con la pseudobalada «Scars«, la cover de «Firestarter» de The Prodigy, sublimada por la muerte de Keith Flint y que a partir de ahora se convierte en un homenaje más sentido que nunca, y hecatombe final con «Last Resort«, su gran tema de bandera que nunca morirá aunque aún hubo tiempo para el último baile con “Born for Greatness”, un tema con tintes épicos y con leves coqueteos con el dubstep que lo convierten en una auténtica bomba para cerrar a lo grande.

Papa Roach por Jordi Sintes
Papa Roach demostraron estar en la vanguardia de lo tecnológico, de lo que gusta y de lo que no, y sin disgustar, supieron ser fieles a su esencia, sin renunciar a los atajos que ofrece la era digital. Jacoby lideró una vuelta marcada por el buen estado de salud de una banda capaz de penetrar en públicos más heterogéneos sin perder la estirpe de fans que se ganaron en su época y que nunca les abandonarán.