Fotos por © Mircius Aecrim
Esta mañana repasaba unos vídeos cortos que gravé con el teléfono y tuve la ocurrencia de mostrárselos a mi querida madre. “A qui et recorden, mama”? (¿A quién te recuerdan, mamá?») Íbamos de camino al LIDL y pese a tener la cabeza puesta en sus ofertas flash y en si habrían empezado ya con el Black Friday (que ahora es Black Week) la respuesta tenía todos los números de dilatarse o perderse en un mar de dudas. Ni un semáforo pasó. “Els Led Zeppelin? Crec que tinc algún disco d’ells guardat” (¿Los Led Zeppelin? Creo que aún guardo algún disco suyo»). A favor de mi madre y gran mentora vital y musical, que su intachable gusto musical esté intacto a sus casi 60 años. Sin dudar de su finura auditiva me he preguntado si Greta Van Fleet pueden sonar a Led Zeppelin y triunfar a la vez, sin necesidad de vivir con esa pesada y cansina losa casi maníaca y persecutoria.
Para mí no hay debate sino bendición y joya por el hecho de recuperar el rock clásico con más que destreza. A sus veintipocos años no tiene sentido debatirles su indiscutible y eminente talento. Hacerlo es un sinsentido. Ni el mismo Robert Plant que en su día ya invocó al mal rollo en unas declaraciones en las que les trataba de «banda tributo» con su propio repertorio. Permitámosle esa licencia a Plant, o no. Led Zeppelin es historia viva y es lícito, qué lícito ¡precioso! que un género resucite de sus cenizas en la era del trap y el autotune.

Ha sido una mañana dura. La resaca de sueño se ha mezclado con una sensación de lamento al leer como periodista novel toda una retahíla de duras, durísimas comparaciones y reproches demasiado facilones y poco elaborados.Sin querer entrar a valorar las críticas que he leído de buena mañana, me parece pobre ceñirse a la mera reproducción de algo que en su día existió y navegó por senderos similares. Los hermanos Kiszka, con Josh en cabeza, habrán pensado en ello, seguro. Aunque a la postre, parece que es algo con lo que viven consigo, como una crítica más que no les impide brillar con cada solo de guitarra.

Josh se seguirá desgañitando mientras repasa los temas de su certerísimo Anthem of the Peaceful Army. Cuando uno se quiere meter en el imaginario de Greta Van Fleet, ellos ya se han metido dentro tuyo con temas que ya suenan a himnos hechos para estadios. Ha nacido una estrella que va camino de convertise en mito. Su consagración es una realidad y su paso al Olimpo solo dependerá de su capacidad para esquivar los envites de ciertos sectores de un público y prensa que no les acoge ni acogerá nunca hasta que no se despoje de prejuicios y comparaciones insulsas.