Me llegó el flyer del evento por casualidad, si eso de las casualidades existe. Me llamó mucho la atención el diseño gráfico: cuatro bandas con logos que identificas propios del hardcore y otras con los ilegibles de las bandas extremas, el fondo una Sailor Moon de pelo verde, lugar: la Estraperlo.
“¿De qué va esto?”

Inmediatamente le pedí al editor de Darkearsgam que me pidiera acreditación para cubrir el bolo, intuí que algo interesante pasaría y no quería perder la oportunidad de poder registrarlo con mi cámara y escribir al respecto. Me dejé llevar por la ambigüedad (rareza) del flyer, que ya me había despertado la curiosidad a la que estoy enganchado de por vida.
“¿No prefieres que te pida otro bolo? Hay mogollón ese finde, y en Barna”
Era bien cierto que había muchos bolos que cubrir este último fin de semana, y de bandas que ya conocía, pero preferí desafiarme a ir de culo, de un compromiso por la tarde en la ciudad a hacer una excursión a las tierras de Badalona, en tren y con el frío que habían pronosticado para esa noche. Sumado que a la hora programada para que tocase la primera banda estaría jugando Argentina (mi equipo) contra México por el mundial de fútbol.
“¿No vas a ver el partido?, ¿Y no conoces a ninguna de esas bandas?, ¿A Badalona?, ¿Con el frío que hace?, Estás súper loco, nen…” Bueh, algo de eso puede haber, pero ¿quién tiene autoridad moral para definir quién está loco y quién no?
Lo cierto es que también, y a propósito, me propuse no escuchar ni averiguar absolutamente nada de las bandas que tocaban, quería dejarme sorprender.
Bajé en Montgat con las tripas retorciéndome, pasé por el frente de un Frankfurt y vi que dentro habían unos parroquianos viendo el partido. Había llegado temprano, por lo que me pedí un Cervela y una Turia para por lo menos ver el primer tiempo. Dos chicas muy jóvenes atendían, unos bolingas en la barra hacían bromas estúpidas que las nenas festejaban y replicaban con otras bromas tontas, yo, atento y decepcionado, seguí la broma de primer tiempo de dos equipos que no salían de mitad de cancha: “Y cobran tanta pasta para ir detrás de la pelotita y dar este espectáculo decadente” pensé. Unos skaters hacían mucho barullo en la terraza, un humo gris y dulce los envolvía, pude reconocer el logo de una de las bandas que iba a ver en la camiseta de uno de ellos, llevaba el pelo de color verde, muchos aretes le atravesaban la cara. Skaters y yo pedimos la cuenta al mismo tiempo, pagué y me fui al tigre, la puerta estaba cerrada, aun así intenté abrirla. “Ocupado, joder!!” escuché gruñir desde el interior, a los diez segundos destrabó la puerta y salió uno de los futboleros, que me clavó una mirada desafiante y vidriosa para mostrarme los dientes de sable por haberle interrumpido la meada. Pedí disculpas, que dientes de sable no supo entender, hice lo mío y me fui al bolo, siguiendo a los Skaters.
La sala Estraperlo está ubicada en el corazón mismo de un polígono entre Badalona y Montgat, donde otros complejos y sitios de alterne se activan las noches de fin de semana cuando almacenes y pymes están cerradas. No hay vecinos alrededor para quejarse de los ruidos, lo que propicia para organizar botellones o dejar que la peña en busca de diversión se mueva libremente entre las calles poco iluminadas. En la cola para entrar había personajes de lo más variopintos: Heavys, Punkis, Góticxs, Emos, Traperxs, Skaters, todos muy jovencitos, las únicas personas que aparentaban ser mayores de 25 años eran unos que parecían ser padres y madres que solo vinieron a ver a sus hijos tocar y yo. Cuando me tocó el turno de entrar, no encontraban mi acreditación en la lista, por lo que mientras venía el responsable de las acreditaciones y le pedía al tío Román que me la mandara por Whatsapp, la puerta de entrada se abría y cerraba dejando salir una música que me desconcertó: REGGAETÓN??? WTF????
Lxs que me conocen saben mi aversión por el reggaetón, derivados y afines: puedo estar pasándomelo pipa en una fiesta hasta que ponen algún reggaetón culomami y les dejo plantados. Arreglamos lo de la acreditación, respiré hondo y entré, fui directo a una esquina oculta de la barra a por una birra y hacer los primeros ajustes a la cámara, observé el comportamiento de la parroquia como una mosca en la pared: siguieron pasando reggaetón, cumbia chunga, mechando tecno máquina, drum n bass, que la peña variopinta festejaba. ¿Dónde carajos me había metido?
Apagaron esa música del Diablo y enchufaron los que abrieron la fecha: AIMLESS, cuarteto de Barcelona que debutaba esa misma noche. Con el primer tema ya me invitaron a pegarme al escenario a tirar obturaciones y disfrutar (aliviado pero aun desconcertado) de la descarga. La guitarra sonaba gorda y grave, el bajo con presencia e hiperactivo, que junto a la batería marcaban unos ritmos entrecortados que incitaban a pegar saltos, tirarse del escenario o meterse en el pit a repartir amor a mansalva. Identifiqué inmediatamente el estilo como un Nu Metal/ Hardcore de la escuela que seguía de cerca cuando tenía la edad de los chicos que tocaban, o incluso bastante menos. Bandas como Biohazard, Limp Bizkit, Body Count, Coal Chamber se me vinieron a la mente, por la música y por las pintas. El que me tuvo desorientado fue el cantante, que por pintas bien podía verle animando una fiesta de perreo combativo, pero que de su garganta salían berreos y guturales llenos de intención. Mucha buena energía fluyendo e integrando a toda la peña: el front man pedía circle pit y la multicultura presente hacía caso. Un excelente debut el que presencié, defendiendo un primer EP de cuatro canciones que tienen disponible en los canales de siempre y que promete mucho.
Acabaron y pusieron más euro tecno bacalao que tanto Heavys como Emos y Punkis festejaban bailando a patadas al aire mientras la próxima banda armaba su set. Vi a los Skaters del Frankfurt que estaban sentados en una esquina semioscura, mirando fijamente a un horizonte imaginario con sonrisas satisfactorias en las jóvenes caras, como las de las demás tribus multicolores que iban siendo más y más según avanzó la noche.
Corté la música ambiente de un botellazo telepático y salieron los MANKIND GRIEF a escena. Tiraron toda la carne al asador desde la primera nota que tocaron. La propuesta era distinta: un Technical/ Deathcore aplastante pleno de riffazos a dos guitarras, batería omnipresente y virtuosa, front man cojonudo con actitud y tablas al que acribillé a frames. Este también cuarteto de Barna tiene un muy buen disco editado (que estoy escuchando por quinta vez mientras escribo esto) y toda esa energía la han transmitido en el directo, sin dejar títere con cabeza. Mosh, pogo, circle pits, otro front man que arengaba a la peña y obedecían con todo el gusto. En lo musical no ofrecen nada nuevo, más bien siguen la estela de bandas del género extremo más ambient o melódico, lo que no desmerece para nada la contundencia del directo.
Al acabar los MANKIND GRIEF lo primero que pusieron fue “La Gasolina”, lo que no pude aguantar y salí escopeteado a la calle a por un piti y ¿a quién me encontré? A dientes de sable, que me reconoció y levantó las cejas, a su lado tenía una versión suya un poco más pequeño de estatura, camiseta de Cradle of Filth: era su hijo. Pere (el nombre de dientes de sable) se quedó viendo el partido en el Frankfurt con sus colegas (me felicitó porque Argentina en el segundo tiempo metió dos goles y ganó) y pasó a buscar a su hijo menor de edad a lo de la madre para ir a ver a los cabeza de cartel en la Estraperlo. El pequeño altercado en la puerta del baño fue una mala introducción, que ya distendidos en la charla supimos dejar de lado para conocernos mejor. Al final Pere es de mi edad, y estuvimos compartiendo puntos de vista sobre otras épocas y la actual en cuanto a cómo se divierten lxs muchachxs, tal cual como lo hacían nuestros padres y abuelos al no comprender nuestra manera de expresarnos y relacionarnos. Pero no desde la indignación, sino desde la desactualización. Él es padre y desde entonces ha dejado de seguir las tendencias del heavy metal; yo no soy padre, pero estuve invernando los últimos veinte años en el Classic y Hard Rock, aunque mi primer amor fue la música extrema de los noventas. Y las cosas han cambiado bastante, no tanto en lo musical como en lo conceptual.
Entramos y los PHRYMERIAL ya estaban repartiendo manteca. Este cuarteto de guitarra (de ocho cuerdas!!), bajo (de seis!!) batería y voz son originarios de la apacible ciudad costera de Blanes, donde dejaron aparcada esa distención para tirarnos una metralla bastante distinta a toda la que vimos hasta ese momento: Technical Slamming Deathcore, así catalogan su música, que me enganchó desde el primer tema y me movilizó a soltar el lastre documental de las fotografías que hice previamente para dejarme llevar por tangentes más creativas, como suele pasar cuando se conecta “de manera distinta” con el objetivo a fotografiar. Llevan varios años en esto los PHRYMERIAL, con dos discos de máxima calidad editados y presencia en festivales, lo que se pudo apreciar en el plante y profesionalidad de la banda sobre el escenario. Aquí la música fue protagonista, nada de poses ni pintas. El cantante me dejó flipando a colores con sus registros vocales y presencia, el guitarra y bajo son de otro planeta (repartirse 14 cuerdas entre dos no es para cualquiera) y el batería todavía no sé de dónde sacó brazos y piernas para llegar a todos los lados donde golpeó. Más pogo, más mosh, más circle pits, donde vi disfrutando como loco al hijo de Pere con una sonrisa de satisfacción como la del resto del público. Y mía también, mientras sonara música desde el escenario y no desde los altavoces de la sala.
El plato fuerte de la noche venía de Madrid y se llaman BROTHERS TILL WE DIE, banda a la que todxs venían a ver y que comprendí al instante que se plantaron sobre el escenario toda la multiculturalidad que les sigue y hasta la rareza de meter un manga japonés en el flyer promocional del bolo. Son un quinteto que, a primera vista, te encuentras a los dos guitarras que parecen estudiantes de económicas, el vocalista un flogger y la bajista una ninfa gótica. Pero dejando de lado las apariencias para dejarme sorprender por tanta expectativa creada en torno a ellxs: tienen un directo brutal, muy hiperactivo y de interacción constante con el público, mérito de su carismático cantante, que trata al público como si fueran parte de su familia o afectos cercanos. Los dos aspirantes a CEOs me dieron una bofetada en toda la cara a puro riffazo y actitud, la bajista me tuvo enamorao como cualquier artista con su musa. Musicalmente son fieles a un Metalcore de enciclopedia pero evolucionado en lo conceptual, mucho más integrador al que solía seguir en mis heydays de fines de los noventas, segregado y muy de pelo en pecho. Hay metal, hay hardcore, hay rap, hay guiños a la cultura japonesa en sus canciones y sobre todo sensibilidad. Me gustaron, y mucho, y no me extraña que estén pisando fuerte como lo están haciendo.
Una y media de la mañana del domingo y me tocó patear hasta las fauces del centro de Badalona a buscar la parada del metro que me llevó de vuelta casa, en la república de Sants. En todo ese trayecto a pie estuve saboreando la experiencia que acabé de vivir en la Estraperlo y antes, felicitándome por, como trato de hacer seguido, tirar de una intuición y dejarme sorprender por lo que me ofrecen el presente, las circunstancias y los personajes maravillosos que se cruzan por casualidad (¿?), que no hacen otra cosa que hacerme conectar conmigo mismo y todo lo demás. Dejarse llevar por las apariencias es odioso. Lo intrigante de descubrir algo nuevo, o visto desde otros puntos de vista no pueden más que enriquecer los criterios. Salvo que se me cruce un/a reggaetonero/a,. Je.