Fotos: Jordi A. Sintes
Es difícil recordar la última vez que una banda consiguió que, una hora antes de la apertura de puertas de Razzmatazz, la cola para entrar en la sala diera la vuelta entera a la manzana. Este lunes fue uno de esos casos y, como es frecuente en estas ocasiones, los transeúntes constantemente se acercaban a preguntar el nombre del artista que actuaba esa misma noche. También era frecuente que, acto seguido de escuchar la respuesta, cambiaran su cara de asombro por indiferencia, al desconocer el nombre de la cantante. En esta ocasión, el motivo por el cual toda esa gente sacrificó una tarde pasando frío, era ver a Birdy a unos pocos metros.
Hablar de Birdy es hablar de un talento joven. Es hablar de precocidad, ya que la artista inglesa inició su carrera en los escenarios con tan solo doce años, pero también es hablar de experiencia, ya que ya son ocho los años de carrera que la avalan. Esta dicotomía entre veteranía y juventud es la que marca el momento actual de Birdy, que se acentúa aún más en sus directos.
A sus veinte años, salió al escenario con un vestido elegantísimo, con las piernas cubiertas de una tela transparente, que nos mostró la intención de la cantante de dejar atrás su imagen angelical e infantil que arrastraba. Otra forma de remarcar su faceta más experimentada fue en la misma interpretación, ya que se mostró siempre firme en todas sus canciones y no vaciló en ningún momento, a pesar de la gran dificultad de algunas partes. Lo que la cantante no pudo esconder fue una tímida sonrisa que se le escapó después de cada canción.
El reto para todo artista, y sobretodo para los artistas jóvenes, es envejecer a gusto de todos: un cambio de estética, un giro hacia la electrónica en el último álbum, e incluso un cambio de voz debido a la edad han sido las tres papeletas que Birdy ha tenido que salvar en esta gira. En el caso de Barcelona, se metió al público en el bolsillo en todos los sentidos, empezando por el repertorio. Arrancando con Shadow, trazó un set basado en su último trabajo, pero no olvidó grandes éxitos como Shelter, People Help The People o Young Blood. Merecen mención aparte Skinny Love y Wings, sin duda los dos temas más aclamados, con los que acabó la primera parte del concierto. Remató el directo con un bis muy intenso, en que interpretó Let It All Go junto a su telonero Dan Owen, Winter añadiéndole un final cargado de reverb e incluso de distorsión y Keep Your Head Up, la única canción en que Birdy solo se dedicó a cantar, cediendo el peso del acompañamiento instrumental a sus músicos.
Con este concierto Birdy cierra seis meses y 66 directos de su Beautiful Lies Tour, y se despide de los escenarios hasta nuevo aviso. En esta gira, la cantante ha dado un paso hacia su faceta más adulta, pero ¿cuál será su postura en su regreso como artista? ¿Seguirá avanzando en esta dirección o volverá a sus inicios más tiernos?