Ara Malikian retomaba en agosto la gira de su último disco, Royal Garage (2019) . Un desafortunado accidente –lluvia, resbalazo y rotura de los tendones del hombro derecho– le costó una operación quirúrgica y otros dos meses de recuperación. El sábado, en el Palau Sant Jordi, Malikian demostró salud de hierro y movimientos magnéticos. Habilidad a parte: hechizó a su público durante dos horas y media.
De brujo con un as en el violín a estrella del rock, sin demasiados matices. Ara Malikian se mueve en el escenario como lo podría hacer su querido Robert Plant (Led Zeppelin) con una guitarra eléctrica. Saltos de acróbata y una puesta en escena despampanante. De acuerdo con un look que trasciende cualquier otro genio del violín: pelo envidiable y unos pantalones plateados, a lo bola de discoteca.

Malikian rompe esquemas. Convierte su música en un estilo propio. El violín y sus melodías –que podrían pasar por tradicionales– se confunden con profundos graves de bombo y los platos de la batería, como si se tratase de un concierto de rock de estadio. No son casuales, pues, sus versiones en directo de Guns n’Roses, Björk o los mismos Led Zeppelin, que son la viva imagen de su vasto conocimiento musical.
En las más de dos horas de concierto, el violinista libanés recorrió canciones –“garajes”, por la referencia a su nuevo disco– como “Las milongas de Kario” o “Alien’s Office”. Tampoco faltó el rock sinfónico de “Pisando flores”, uno de sus temas más aclamados.
Malikian también sorprendió con sus monólogos entre tema y tema. Mucha humildad y sentido del humor que utilizó para contar su recorrido como inmigrante por toda Europa. Una aventura sensorial para un auditorio que congregó público de distintas generaciones, como pocas veces es habitual en el circuito musical. Parece que Malikian tampoco tiene fronteras en ese sentido.

